Mentecacao

En Tabasco, tierra de sol y agua,
los árboles de cacao despiertan su canto,
donde el suelo y el clima se funden en amor,
y dan vida a un tesoro lleno de sabor.

Del corazón de la tierra despierta la semilla,
con cuidado y paciencia se alza la vida,
el cacao crece, se fortalece al sol,
hasta que sus ramas prometen esplendor.

Con manos sabias se corta el fruto,
mazorcas maduras, regalo absoluto,
su tiempo es exacto, su esencia se encierra,
y en cada cosecha, el cacao se revela.

El cacao recorre su danza exacta,
sus cristales se alinean al compás preciso,
la temperatura guía su transformación,
y revela su forma perfecta y brillante.

El chocolate, templado y vivo, se desliza al molde,
encuentra su forma, su contorno preciso,
las burbujas se disipan, la superficie se alisa,
y queda sellado su cuerpo perfecto.

El chocolate se enfría y toma su forma,
su cuerpo endurece, crujiente y fiel,
su esencia brilla y permanece.

El chocolate se envuelve con cuidado,
se protege su brillo, se guarda su alma,
y viaja intacto hacia tus manos y tu boca.

Se abre la mazorca, se revela su interior,
los granos despiertan envueltos en luz,
la pulpa los abraza, tierna y ligera,
el cacao despierta, fruto del amor.

En su lecho de madera reposa el cacao,
la pulpa se funde, el grano respira,
fermenta su esencia, se transforma su ser,
y despiertan los aromas que el tiempo va a tejer.

Los granos se extienden bajo el cielo abierto,
el sol los seca, el viento los cuida,
la humedad se va, la esencia queda,
y el cacao se prepara para su nueva vida.

La pasta se entrega a la presión profunda,
de ella brota la manteca dorada,
y dos caminos nacen del cacao:
su alma líquida y su cuerpo sólido.

Del grano molido nace el licor,
masa pura y oscura, origen del cacao,
base de chocolates, bebidas y sueños,
esencia intacta de la tierra.

El corazón sólido se deshace en polvo,
se vuelve brisa oscura y ligera,
lleva consigo la fuerza del cacao,
y despierta postres y bebidas.

Se realiza una minuciosa selección de los granos de cacao secos para asegurar que solo los de mejor calidad (sin defectos, limpios) continúen el proceso de transformación.

Tras extraer su esencia dorada,
queda el corazón oscuro y denso,
sólida herencia del cacao,
lista para volverse polvo y esencia.

La manteca emerge, clara y sutil,
tesoro oculto del grano tostado,
da brillo, suavidad y caricia,
al oro amarillo, líquido y sólido a la vez.

La leche suaviza, el azúcar endulza,
se funden con el alma del cacao,
y así nacen los rostros del chocolate:
amargo, con leche o blanco encantado.

Bajo el batido constante y sereno,
se alisa el cacao, se pule su alma,
sus moléculas giran, su esencia se ordena,
y el chocolate se torna seda y calma.

Tras romper su cáscara, el grano se revela,
tostado y limpio comienza su entrega,
se muele, se funde su ser,
y el cacao se transforma en pasta intensa.

El grano se entrega al calor paciente,
su cuerpo se transforma, su esencia despierta,
la cáscara se rompe, el interior se revela,
y el cacao continúa su camino ancestral.